Yo, Gabo

Como si nadie leyera esto, como si esto hubiera sido guardado en hojas sueltas en un cajón oscuro, como si esto siguiera siendo esa oscura idea en mi cabeza. Yo, Gabo, sin más.

martes, 24 de enero de 2012

martes, 10 de agosto de 2010

Ser apateísta.

Dios puede que exista. O puede que no.

Quién sabe si Dios existe.

Yo no sé. Y no puedo saber.

Puedo creer lo uno o lo otro.

Pero al final no importa.

Porque no voy a dejar de vivir como vivo o dejar de ser quién soy para ajustarme a lo que alguna gente piensa (predica) sobre lo que Dios quiere que seamos.

Yo quiero ser quién quiero ser. Yo voy a ser quién voy a ser. Una buena persona. Según lo que yo considere bueno.

YO voy a decidir que es bueno para mi y que es bueno y correcto y debido.

Y luego, si es que si existe un Dios de amor y comprensivo, estoy seguro de que Él entenderá porque hice lo que hice.

Por lo que en realidad, no me importa si Dios existe o no. No hace falta saberlo o creerlo para ser una buena persona.

Ni todo aquel que cree es buena persona. (Franco; Pinochet).

Eso es ser apateísta. No sé, no me importa.

domingo, 8 de agosto de 2010

Mi nuevo Blog

Decidí hacer un nuevo blog.

A ver si separo un poquito mi "Yo" y mis diatribas políticas.

La dirección es http://avanzarpatras.blogspot.com

Dénse una vuelta.

miércoles, 2 de junio de 2010

De la poesía a través de la ventana

A través de la ventana del bus la poesía corre apresurada.

Las gotas de lluvia que ya se anunciaban. Las gotas de lluvia de las que huí.
La cerámica vieja y ajada, manchada y destruida por el tiempo qué pasa. (¿Por qué nadie las cambia?). La pared sucia, resquebrajada, gruesa, vestigios del mercado de otro siglo, de antaño. Recuerdo (¡¿recuerdo?!). No, imagino que hace mucho brillaba y acogía, ahora, tan sólo es repulsiva.

Los mercados son algo así como lo peor y lo mejor de una sociedad. Por lo menos ese mercado que se yergue al pie de una acera sucia y...sucia, estrecha y tan latinoaméricana. Cadáveres en vitrinas, traseros en vitrinas, imitaciones baratas del consumismo de otro lugar. Enormes manifiestos a la vez de nuestro deseo de no-ser lo que somos y ser lo que otros son comprando algo que no-es lo que lo otro es y que en realidad solo es lo que nosotros somos.

La imitación del consumismo es una oda al subdesarrollo.

Pero cien metros más allá, el frenesí descontrolado de vitrinas atiborradas se ve interrumpido por la vendedora morena que sonríe al masaje de su colega. Y se calma, se sonroja y se calma, se relaja como no puede relajarse casi nadie en un mundo que vive del time is money y atado al reloj o liberado por el reloj, según como se vea. (Según como se vea siempre se ve mal).

La gente logra evitar a la lluvia en aleros estrechos e invadidos por vendedores ambulantes y chinameros. Conversa, pero un acelerón del bus, una inusitada conjunción afortunada de semáforos en verde nos aleja rápidamente de ese valle de caos encerrado entre pensiones de muy mala muerte y hoteles de clientela sospechosa. Cuadros de ventanas quebrados, cobijas a modo de cortinas que se asoman por una ventana mal cerrada (¿o talvez abierta para dejar escapar los pecados nocturnos?), puertas ennegrecidas, verduras de origen cuestionable... todo se borra cuando el caos del asfalto da lugar al orden grisáceo del cemento y a la fluidez de la ausencia de semáforos.

El pesado libro en mi mano se comienza a resbalar, mordiendo mi piel, trayéndome de vuelta a... ¿la pesada irrealidad de la novela que contiene? ¿el húmedo y bochornoso interior del bus? Llueve dentro del bus. Mis pensamientos divagan y la poesía a través de la ventana se convierte en simplemente el sinsabor del recuerdo, de la memoria, de mi memoria que me flagela, a ratos, y que a ratos me consuela.

lunes, 8 de marzo de 2010

Ella.

Yo no estoy enamorado de esta mujer.

Ella es una de esas raras, escasas y sorprendentes personas que en realidad no está tan loca.
Está loca, afortunadamente, pero, paradójicamente tiene más cordura que mucha gente normal.

Seguro es porque me entiende. No. Seguro me entiende porque es.

Ella es, asombrosamente, humilde. Virtud de la que muchos se precian y pocos disfrutan. Ella no pretende ser humilde, simplemente no puede ser otra cosa.

Yo podría amarla, creo que algún día la amé, pero en realidad es casi un pensamiento indecoroso para mi, eso de pensar en amarla. Hay gente, hay que admitirlo, que se encuentra au-délà de nuestras aspiraciones.

Nadie lo sabe (bueno, casi nadie), pero supongo que ahí está su gracia. Si la vieran caminando en la calle un día cualquiera pasaría desapercibida, pero bastaría con que sus ojos (los vuestros) se posaran en ella para no poder no percibirla.

Si la oyeran reírse en cualquier café algo bohemio no volverían la cabeza. Pero si supieran de que se ríe no la olvidarían.

Si un día por casualidad cambiaran cinco palabrillas sin sentido con ella se darían cuenta de que es una persona común y corriente. Si otro, queriendo, cambiaran unas diez, veinte, cincuenta, cien no querrían que callara.

Pero ante todo, yo, egocéntrico como somos, rescato de ella, simplemente (y casi vulgarmente) que me entiende. Comme l'imbécil qui regarde le doigt quand il montre le ciel.

miércoles, 24 de febrero de 2010

I am the master of my fate; I am the captain of my soul.

Porque nos pasan mierdas. Por eso hemos de recordar esos simples versos.

Porque hemos de seguir con nuestra vida, malgré todo.
Porque tenemos que ser capaces de seguir tirando pa'lante cuando lo que uno quiere está atrás.
Porque podemos vivir en el constante desengaño, decepción y desilusión. O no.

Porque al final, sólo somos capaces de lo que somos capaces solos.
Porque, supongo, no podemos ser un velero en la corriente en un día sin viento.

Porque al final, estamos ontológicamente sólos.

Porque al final, las palabras se las lleva el viento

Porque cualquier cosa que pase, siempre estuvo Sabina.

Porque al final, escriba lo que escriba, diga lo que diga, piense lo que piense, sienta lo que sienta, nada cambia.

Porque mi alma es un velero en un río. Y sólo los ríos no se devuelven.

sábado, 30 de enero de 2010

Irme y no irme, Irme o no irme.

¿Disyuntiva? ¿Copulativa?
Ambas y ninguna. La una o la otra. Me voy, pero no me voy. Me iba, pero ya no. Mejor me voy. Mejor si las cosas fueran simples, si simplemente la fuerza de voluntad fuera suficiente timón, suficiente motor. Si no hubiera, si no tuviera, si no quisiera ponderar otras variables. Si la memoria no viniera cada tanto cuando lloro, cuando respiro, cuando duermo a torturarme con recuerdos dulces de una ilusión, engaño, timo, pasaje, momento dulces, tiernos, brillantes. Recuerdos en la retina como agujas, en mis manos como brasa, en mis labios como ácido. Y adentro, adentro, como veneno que mata lento, dolorosamente. Que a veces se calma, se duerme. Incluso me engaña y me curo. Para caer nada más más duro.

Para saber que cuando me voy es mejor no irme y que cuando no me voy es mejor irme. Que o me voy o me quedo, pero nunca me voy ni me quedo.

Porque tu recuerdo sólo es aguja, solo es brasa, solo es ácido y veneno cuando es regret.

Mais, helas, je ne fais que te regretter.