Como si nadie leyera esto, como si esto hubiera sido guardado en hojas sueltas en un cajón oscuro, como si esto siguiera siendo esa oscura idea en mi cabeza. Yo, Gabo, sin más.

lunes, 8 de marzo de 2010

Ella.

Yo no estoy enamorado de esta mujer.

Ella es una de esas raras, escasas y sorprendentes personas que en realidad no está tan loca.
Está loca, afortunadamente, pero, paradójicamente tiene más cordura que mucha gente normal.

Seguro es porque me entiende. No. Seguro me entiende porque es.

Ella es, asombrosamente, humilde. Virtud de la que muchos se precian y pocos disfrutan. Ella no pretende ser humilde, simplemente no puede ser otra cosa.

Yo podría amarla, creo que algún día la amé, pero en realidad es casi un pensamiento indecoroso para mi, eso de pensar en amarla. Hay gente, hay que admitirlo, que se encuentra au-délà de nuestras aspiraciones.

Nadie lo sabe (bueno, casi nadie), pero supongo que ahí está su gracia. Si la vieran caminando en la calle un día cualquiera pasaría desapercibida, pero bastaría con que sus ojos (los vuestros) se posaran en ella para no poder no percibirla.

Si la oyeran reírse en cualquier café algo bohemio no volverían la cabeza. Pero si supieran de que se ríe no la olvidarían.

Si un día por casualidad cambiaran cinco palabrillas sin sentido con ella se darían cuenta de que es una persona común y corriente. Si otro, queriendo, cambiaran unas diez, veinte, cincuenta, cien no querrían que callara.

Pero ante todo, yo, egocéntrico como somos, rescato de ella, simplemente (y casi vulgarmente) que me entiende. Comme l'imbécil qui regarde le doigt quand il montre le ciel.

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